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Smartcity: Human City

Jesus Hernández Galán. Director de Accesibilidad Universal de la Fundación ONCE

2007 fue el primer año en el que vivieron el mismo número personas en las ciudades que en el mundo rural. En 2030 en España vivirá en ciudades más del 80% de la población. En un informe de la OMS y el Banco Mundial, se ha predicho que en 2050 la proporción global de personas mayores de 60 años será del 22%, es decir, 2.000 millones de personas. También se ha estimado que en el mundo habría 1000 millones de personas con discapacidad, es decir, un 15% de la población mundial.

Según el programa 21 de la ONU, el concepto de ciudad inteligente, (smartcity) se refiere a los ámbitos de estrategia energética, gestión y protección de recursos, provisión de servicios, infraestructura tecnológica y gobierno. Pareciera que el objetivo es llenar de sensores la ciudad para monitorizarla. Sin embargo, una ciudad verdaderamente inteligente será aquella que sepa poner tanto la eficiencia energética, como la estructura tecnológica al servicio del bienestar de todos los ciudadanos. Deberíamos transformar el concepto smartcity en el de humancity, (ciudad humana): una ciudad que ponga el foco en la ciudadanía.

En la fundación ONCE se está desarrollando un proyecto en colaboración con el colegio de Arquitectos y el Ayuntamiento de Madrid que va a intervenir en ese parque de viviendas en las que muchos ciudadanos están enjaulados, ya que no han podido envejecer habitándolas con calidad de vida. Es un proyecto de rehabilitación holística en la que se tiene en cuenta tanto la eficiencia energética como la accesibilidad del edificio. En España hay una tipología de vivienda, la de los adosados habitadas por personas de 40 a 50 años de edad que, dentro de 30 años, darán problemas de accesibilidad.

Ya se está hablando de smarthomes: viviendas que facilitan la capacidad personal y la autonomía de quienes habitan en ellas y de viviendas transformables, disponiendo, estas últimas, de tabiques que se pueden mover en función de las necesidades del usuario. En edificación, la realidad aumentada y los sistemas de autoguiado van a estar muy presentes en la tecnología de accesibilidad orientativa de edificios.

En cuanto al urbanismo, vamos a disponer de baldosas piezoeléctricas que generarán electricidad a través del pisado de las personas, baldosas con tecnología embebida que proporcionarán wifi y conectividad bluetooth y que van a permitir, mediante balizas, el guiado de personas con discapacidad visual y la señalización acústica de semáforos mediante demanda por medio de bluetooth o mediante aplicaciones de teléfono móvil.

En Alemania hay 11 millones de hogares con al menos una persona con más de 65 años de edad. Entre ellas 2´7 millones tienen problemas de movilidad. Tan solo el 7% vive en apartamentos de fácil acceso o libres de obstáculos. En los próximos años se invertirán 40.000 millones de euros en medidas estructurales con adaptaciones y 18.000 millones en gastos adicionales, a fin de proporcionar condiciones de vida adecuadas para las personas de edad avanzada. Si en su día se hubiese construido pensando en el envejecimiento de los usuarios, esos 40.000 millones se podrían emplear en otras cosas. La accesibilidad es una inversión a largo plazo porque la no accesibilidad provoca gastos enormes.

Hay dos mandatos de la comisión europea, uno para que cualquier compra de tecnología de las administraciones publicas no sea hecha si no cumple requisitos de accesibilidad y usabilidad para todos y el otro en ese mismo sentido, pero referido al entorno construido.

La creciente presencia de los coches eléctricos en las calles, cuyos motores no generan ruido, induce graves problemas de orientación y seguridad a las personas incapacitadas.

La regulación de la iluminación led de las calles, en función del número de transeúntes puede generar ceguera nocturna en discapacitados visuales.

La desaparición del comercio de barrio va a reducir el ámbito de socialización de las personas mayores.