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Observatorio Global sobre Convivencia

Sociedad

Sin responsabilidad no hay futuro

Carsten Moser

Muchos amigos extranjeros me preguntan: Con una crisis como la española ¿cómo es que no hay huelgas y manifestaciones cada dos por tres». Mi respuesta suele ser: porque las estructuras familiares funcionan mejor aquí que en otros países europeos, amortiguando el impacto del paro con medidas solidarias.

Pienso que, a la larga, la responsabilidad familiar no va a ser suficiente para paliar los efectos de la crisis económica mundial y la globalización –con su consecuente aumento de la inseguridad social y la preocupación por la pérdida de bienestar y de confianza en las instituciones– si entre la política y las administraciones públicas, los actores económicos y sociales y la ciudadanía en general no recuperamos valores fundamentales como la solidaridad, el respeto, la integración, la justicia, el esfuerzo, la transparencia, la excelencia, la humildad, el diálogo y el compromiso. Nuestra sociedad necesita de estos valores para lograr un nuevo clima de confianza que ayude a encontrar soluciones sostenibles en el futuro.

También en el mundo de la empresa. Al contrario de lo que muchos piensan, la rentabilidad y la ética no deberían ser ninguna contradicción. Empresarios con visión saben que la actividad económica y el compromiso con la sociedad son dos caras de la misma moneda. El gran reto de los próximos tiempos será establecer un sistema económico orientado a una nueva cultura de la responsabilidad.

Nuestro orden político, económico y social garantiza un alto grado de libertad –con los consiguientes impulsos al desarrollo de la creatividad y la innovación–, pero también de responsabilidad, con los oportunos incentivos al desarrollo de la solidaridad y del respeto mutuo. La consigna pronunciada por el presidente norteamericano John F. Kennedy («No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tu país») es hoy día más actual que nunca. Solo si cada uno de nosotros, como actores responsables de la sociedad civil, aportamos esfuerzo, experiencia y pasión al desarrollo del ámbito social, de la formación, del deporte, del medio ambiente y del arte y la cultura, lograremos caminar en dirección a una sociedad más dinámica, cohesionada y plural.

El papel de las fundaciones en la coordinación de las actividades ciudadanas es fundamental, porque pueden obrar durante muchos períodos legislativos y no tienen que obtener beneficios trimestrales. Su labor se centra en una idea y unos objetivos, que pueden tratar de alcanzar con una estrategia a largo plazo. A menudo entran en una competencia fructífera por el mejor concepto con otras instituciones, tanto estatales como no estatales, por lo que tienen una gran influencia en la vida cotidiana de casi todos los ciudadanos. No es ninguna casualidad que en las dictaduras no haya fundaciones. Los regímenes autoritarios no pueden permitirse una competición por las mejores ideas para el bienestar de todos. Las fundaciones son una seña de identidad de sociedades libres, democráticas y responsables. Su fomento y desarrollo es, por lo tanto, un símbolo del buen funcionamiento de una sociedad que está dispuesta a afrontar los retos del futuro con ilusión.

Cuando los mismos amigos extranjeros me preguntan: «¿Están asumiendo los españoles mayores responsabilidades para hacer avanzar a la sociedad civil?», mi respuesta es: «Cada vez más ciudadanos lo están haciendo».