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Observatorio Global sobre Convivencia

A fondo

Formar para convivir

Juan Carlos Olea Cañizares. Psicólogo. Comunicador científico

Podemos entender la Convivencia como un estadio de desarrollo en el que prevalecen las respuestas constructivas a los conflictos inherentes a la persona y su diversidad relacional.

Los problemas de convivencia repercuten en mermas de rendimiento educativo, en la medida en que sin una adecuada incorporación de reglas es muy difícil gestionar un proceso formativo.

En España hay muchos problemas de convivencia: familiar, escolar, social, de género, en el trabajo, en lo político, en lo territorial… y mucho fracaso educativo.

La prevención de las alteraciones convivenciales y de rendimiento tiene mucho que ver con el establecimiento de límites y normas.

Desde el análisis convivencial entendemos que transmitir valores de convivencia es transmitir actitudes.

La formación orientada al marco normativo es esencial, dándose, además, la circunstancia de que las actitudes a inculcar para prevenir o reducir ambos déficit, el convivencial y el de rendimiento, vienen a ser las mismas.

Programas.

Inyectar mucho dinero en un sistema puede estar bien, pero también puede incrementar la burocracia, el aparato, el desuso en instalaciones, el despilfarro y la corruptela.

No inyectar mucho dinero en un sistema puede ir mal, pero también puede favorecer la vigorosa optimización de los recursos disponibles.

Todo sistema puede colapsar tanto por hipertrofia como por atrofia. Mientras esto no suceda, el sistema educativo, en lo tocante a desarrollo de la convivencia, mejorará o empeorará con “relativa” independencia del dinero que se gaste en su sostenimiento.

En educación, las dimensiones psicológica y pedagógica son determinantes y su implementación no suele ser extraordinariamente costosa.

El foco.

Los valores de convivencia social son los que la Constitución consagra, pero sus modos de transmisión quedan al albur de un sinfín de circunstancias. No obstante, podemos organizar la diversidad de ineficiencias que observamos en dichos modos de transmisión normativa en torno a dos ejes: déficit de autoridad y déficit de consistencia normativa.

A/ La autoridad: para que una norma sea internalizada es preciso que el sujeto perciba como figura de autoridad a quién se la está transmitiendo. Dada la diversidad y la complejidad de aspectos formativos que las personas incorporan en un desarrollo convencional, es inviable la transmisión de las normas de convivencia desde una instancia única, por lo que la norma ha de ser gestionada desde una armonización de responsabilidades que alinee a los involucrados.

Lo anteriormente formulado es lo contrario a: las figuras de autoridad parental se descalifican entre sí; las figuras de autoridad parental descalifican a los docentes; las autoridades públicas se descalifican entre sí.

B/ La consistencia normativa: la incoherencia reduce el valor de la norma y resta autoridad a quién la transmite.

En cualquier fenómeno comunicacional convergen múltiples planos relacionales. Sobre una comunidad educativa influyen, de manera cotidiana, la institución familiar, la claustral y los órganos de dirección y administrativos del propio centro, la comunidad social próxima, las instituciones políticas y sociales y las diversas administraciones públicas en las que estas se inserten, los discursos de los medios de comunicación. A mayor amplitud y grado de grupalización positiva mejores condiciones convivenciales. La convivencia social es lo social grupalizado.

Método.

Aunque hay aptitudes que favorecen cambios en las personas, lo actitudinal es factor prevalente. Cuando acompañamos psicológicamente a personas, con un objetivo formativo, los procedimientos de comunicación discursivos suelen coadyuvar, pero es la comunicación experiencial la que impulsa decisivamente cualquier transformación en las actitudes.

En un procedimiento de comunicación experiencial de lo que se trata es de poner lenguaje a la vivencia de una situación dada. Expresar la experiencia, (plano emocional) los puntos de vista, (plano intelectual).

El grupo formativo es un instrumento idóneo para un abordaje actitudinal de la convivencia.

Grupos.

Los grupos tienen una dimensión vertical y otra horizontal. La primera es la ley grupal. La dimensión vertical es diferente de la dimensión organizativa, aunque, a veces, ambas se solapen. La segunda, la dimensión horizontal, es la dinámica de las relaciones entre sus miembros.

Los grupos, entendidos como entidades, están constituidos por personas con identidad y son más que la suma de los individuos que los configuran.

Los grupos disponen de diverso grado de apertura comunicativa hacia otros grupos, individuos, organizaciones...

Un grupo, en fin, en el que la dimensión vertical anule la horizontal o viceversa, en el que la entidad grupal anule la identidad individual o viceversa, y en el que la dinámica intra-grupal anule la comunicación con lo externo al grupo o viceversa, se situaría en un extremo cualitativamente opuesto a lo que podríamos entender como“un ambiente de buena convivencia” y por lo tanto en una dinámica opuesta a la adecuada para su uso como herramienta para el fomento convivencial.

Todo sistema formativo requiere de estabilidad para cumplir eficazmente sus objetivos.

La formación continuada de profesores en técnicas grupales es clave: qué los docentes visualicen sus grupos de clase como procesos grupales. La formación de madres y padres para la mejora de la convivencia en sus contextos parentales, a cargo de profesores preparados es, así mismo, esencial.

Contextos.

La educación es sistémica. Intervenir en un punto de una red sistémica, por ejemplo, el currículum del tercer ciclo de educación primaria en la escuela pública, sobre lo que pronto insistiremos, no ha de suponer solo una modificación puntual programática sino una extensión en red de efectos.

La escuela.

En el sistema educativo pre universitario coexisten, fundamentalmente, tres procesos: la comunidad escolar como organización, la instrucción y la formación. En sociedades desarrolladas lo instructivo suele estar garantizado y los docentes salir preparados para ello. Sin embargo, los objetivos formativos fundamentales que deben abordarse en educación no son tratados tan consideradamente: la aceptación del esfuerzo, la frustración y el tiempo como condición “sine qua non” para el logro; el respeto, la honradez y la responsabilidad.

En cuanto a lo organizativo, yendo algo más allá, a semejanza de la escuela, epicentro de la comunidad formadora, la cultura productiva y corporativa de la Universidad no suele ser buena.

De momento, sugerimos fomentar la continuidad suficiente de programas preventivos integrales, utilizando para ello técnicas de grupo, en el último ciclo de educación primaria, donde se dan las mejores condiciones para un cambio actitudinal positivo de mayor calado.

Los medios de comunicación.

Los medios de comunicación son gozne entre lo micro social, (familia, escuela, comunidad) lo macro social, (sociedad, estado) y las masas, (audiencias). Los medios extraen una energía imprescindible para el efecto que producen, de la comunicación entre las personas sobre los temas que los propios medios tratan. El uso formativo de los medios a favor de la convivencia, no es cuestión de formatos ni de grados de elaboración cultural, más o menos ajustados a intereses de rentabilidad económica o social, sino de contenidos. Articular en un medio de comunicación un producto para la convivencia requiere intervenir de manera constructiva sobre los procedimientos que a aquel lleven.

Por ejemplo: En el currículum de máster universitarios asociados a grados de periodismo, comunicación audiovisual, etc, articular prácticas de dinámica de grupos focalizadas en la transmisión mediática de valores de convivencia, (los que la Constitución consagra) mediante la elaboración colaborativa de productos audiovisuales.

Sobre las organizaciones.

Reflexionar sobre la acción formativa sin hacer referencia a las organizaciones que la incardinan no sería suficiente.

Hay un momento en el desarrollo general de las instituciones, que no todas alcanzan, en el que dejan de ser sustantivadas como el organismo privado o público de que se trate, para pasar a ser nominadas como “La Casa”.

La Casa es metáfora de la familia tradicional mal avenida y un estadio diez del devenir de las organizaciones, pues diez son, al menos, las categorías estamentales básicas en las que el cuerpo institucional se suele ver impelido a desgarrarse.

Estamentos gremiales, estamentos sindicales, estamentos patronales, estamentos políticos, estamentos departamentales, estamentos directivos, estamentos económicos, órganos de representación y los correspondientes técnicos, padrinazgos, (y cada vez con mayor relevancia, estamentos étnicos y referidos a religiones, nacionalidades, identidad sexual y género).

El grado de fragmentación trans-estamental e intra-estamental, (que puede llegar a la micro-compartimentación) es directamente proporcional al grado de subdesarrollo corporativo.

Cada institución es un caso único. Pero, suele suceder que lo que revela el primer análisis es a la organización contra sí misma, anquilosada por el mobbing, el burnout, las nomenclaturas, la sospecha exagerada ante la iniciativa...

Urge un cambio positivo en la cultura corporativa para un crecimiento verdadero. Falta continuidad suficiente de programas de mejora organizacional, en las propias organizaciones productivas y/o en sus ámbitos de influencia que articulen la dinámica de grupo como elemento vertebrador.

Epílogo.

Se ha dicho que el desconocimiento del otro, es decir, el otro como enigma, está a la base de los conflictos destructivos.

Por destructividad queremos significar violencia no adaptativa: aquella que sobrepasa la agresividad mínima necesaria para la supervivencia de un individuo o un grupo humano.

Convivencia y destructividad son incompatibles. Donde comienza la destructividad, tanto física como psicológica, acaban las dinámicas convivenciales.

El racismo, la xenofobia, los totalitarismos de toda índole, indican una incapacidad para soportar lo distinto, por desconocido. Un desasosiego cuya disolución se busca mediante la destrucción, la anulación o la exclusión del diferente.

Además de intereses implícitos y/o explícitos, un choque identitario no supervivencial, suele perseguir eliminar lo que no tiene sentido para quien así actúa. Por sus terribles consecuencias, nos interesa reconducir hacia modos constructivos los intentos de resolución de conflictos desde la destructividad.

El conocimiento del otro significa que el otro tiene sentido para quien le conoce y eso abre las puertas a la concordia, lo cual no implica ausencia de conflicto.

Un grupo es en lo que se transforma un agregado de personas cuando comparte significados.

Un proceso convivencial deviene en un ir produciéndose sentido común.

Por cortesía de Sociedad Civil por el Debate.