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Medio ambiente

Emisiones negativas de CO2

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la solución para reducir la contaminación por CO2 no sólo pasa por reducir las emisiones sino también por captar el CO2 que ya está en la atmósfera. Las tecnologías de emisiones negativas suponen una contribución clave, al respecto.

Algunos ejemplos.

En el desarrollo de procedimientos de captura, almacenamiento y uso de CO2, la empresa canadiense Svante, ha logrado reducir costes a la mitad en comparación con otras técnicas en uso, al emplear para la captura de CO2 filtros realizados con nanomateriales.

En la captura directa del aire, para retirar CO2 de la atmósfera y almacenarlo geológicamente o darle uso, el reto es secuestrar un gas que está muy diluido, con un 0,04% de concentración media.

El climatólogo de la Universidad de Harvard, David Keith, fundador de la empresa Carbon Engineering, financiada por Bill Gates, asegura que es viable remover el CO2 de la atmósfera terrestre de forma masiva, con costes asumibles.

Glen Peters, investigador de CICERO, una organización de investigación sobre el clima en Noruega, asevera que el coste operacional por tonelada de carbono capturado debería caer a alrededor de 100 dolares para que la tecnología fuera escalable.

Repsol Technology Lab, en España, está evaluando, la neutralización de emisiones de CO2 capturándolo y almacenándolo geológicamente. Repsol desarrolla, así mismo, tecnologías que convierten el CO2 capturado en materia prima para un amplio espectro de productos, desde la síntesis de polímeros y la obtención de combustibles sintéticos a su incorporación a materiales de construcción.

En este ámbito, cabe destacar a Solidia, una empresa que usa CO2 en la fabricación de hormigón, práctica útil para una industria como la cementera, que es muy intensiva en carbono.

Climeworks, cerca de Zurich, Suiza, comprime, a escala industrial, el CO2 que capta para utilizarlo como fertilizante en cultivos de invernadero. La compañía instaló, inicialmente, 18 colectores de dióxido de carbono en el techo de una planta de incineración de basura, impulsados por el desperdicio de calor del incinerador. Los colectores utilizan ventiladores para aspirar el aire ambiente en filtros, que absorben dióxido de carbono. Los filtros se calientan y el dióxido de carbono se retira y se canaliza en los invernaderos cercanos, que utilizar 900 toneladas métricas de carbono capturado para cultivar las cosechas cada año.

Climeworks, quiere ampliar drásticamente su capacidad en la próxima década, y su meta a largo plazo es capturar el 1 por ciento de las emisiones anuales de dióxido de carbono. Para ello, 250.000 plantas similares de captura directa deberán ser construidas. No obstante, sus futuras instalaciones tendrían un coste de hasta 400 dólares por tonelada métrica de dióxido de carbono capturado.

La reducción del CO2 emitido tiene un límite, ya que hay emisiones que no se pueden abatir, pero hay tecnologías naturales que permiten acomodar carbono en suelos, bosques u océanos. Reforestar y evitar la deforestación son, hoy por hoy, las soluciones climáticas naturales más efectivas y con los costes más viables.

Estas tecnologías forestales incluyen la aforestación, es decir, plantar árboles en áreas donde no los ha habido en los últimos 50 años, la reforestación de zonas recientemente deforestadas o degradadas y la prevención de la pérdida de masa forestal, una actuación esencial, sobre todo en las regiones tropicales, donde los bosques tienen una capacidad para absorber CO2 por hectárea que puede hasta triplicar la de un bosque en Europa.

Los árboles necesitan unos 40 años de crecimiento para alcanzar su plenitud en la captura de carbono; es fundamental evitar la pérdida de bosques ya maduros.

Sobre la aforestación, sin embargo, existe controversia ya que podría llegar a forzar cambios a gran escala en las formas en las que se usa la tierra, desplazando a explotaciones agrícolas y ganaderas y a las poblaciones vinculadas a estas.

Otra alternativa de captura de CO2 es la Bioenergía con Captura y Almacenamiento de Carbono, que aporta su reducción por dos vías: los cultivos que se utilizan como biomasa capturan CO2 en su crecimiento y cuando esa biomasa se quema para generar energía, se captura el CO2 para almacenarlo geológicamente, resultando un balance negativo en emisiones.

Incrementar la cantidad de materia orgánica en los suelos con pequeños cambios en las técnicas agrícolas ayuda a recuperarlos como grandes sumideros de carbono, contribuyendo a que actividades como la agricultura y la silvicultura que junto a otros usos del suelo generan el 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero de origen antropogénico, reduzcan su huella de carbono.

Existen, en fin, tecnologías de emisiones negativas con un potencial enorme pero aún poco desarrolladas, como la fertilización de los océanos, empleando hierro o nitrógeno como nutrientes para estimular el crecimiento del plancton vegetal, que podría absorber inmensas cantidades de CO2 con la fotosíntesis.