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Observatorio Global sobre Convivencia

Editorial

El partido

Si la codicia y el afán de grandezas no fuesen rasgos comunes a muchos de nuestros congéneres, tal vez las organizaciones humanas no habrían traspasado sus respectivos nichos ecosistémicos naturales y como tantas otras especies, su devenir colectivo hubiese permanecido, por así decirlo, más pegado al terreno.

Pero no. Un constante afán expansionista espoleó a mucha gente durante mucho tiempo y con la mira puesta en sus diversas concepciones del mundo, no tuvieron más remedio que construir inmensas estructuras organizativas a fin de tratar de alcanzar un dominio razonable sobre tal objeto.

Puestos a esa tarea a lo largo de los siglos, el planeta ha quedado repartido, de momento, tal cual está.

Los estados, como una de las organizaciones prevalentes en dicho estatus quo, pueden ser administrados democrática o dictatorialmente. Otras macro estructuras, como las corporaciones productivas, o las iglesias, no suelen permitir tal opción.

El estatus de los estados democráticos, en última instancia, es decir, porque ellos lo quieran, es sostenido por sus fuerzas armadas que son, organizacionalmente, estamentos no democráticos.

La mejor administración posible de un estado es la administración democrática, pero, dadas sus dimensiones, hace falta contar con los partidos políticos para dicha Ejecutoria.

Un partido político democrático es una organización dedicada a redactar programas electorales al gusto de sus miembros y simpatizantes, a organizar campañas electorales para ganar lo que sea y a seleccionar, colocar y sostener a los suyos en cargos del mayor rango posible en la administración del estado y sus ámbitos de influencia, que es función del partido tratar de ampliar al máximo.

Los intereses de un partido político, son intereses de poder y dada su naturaleza, resultan ser lo contrario al interés común, aunque, aquellos a los que el partido coloque, puedan velar por él de manera subordinada, cuando ejerzan de administradores interesados.

Ser político profesional es ser personal de un partido político.

Los partidos políticos son estructuras meta sociales que velan solo por sí mismas, sosteniéndose de las aportaciones de aquellos individuos u organizaciones a quienes les interese ser promocionados por ellos y en muchos casos por los impuestos que el sistema político que ellos mismos han diseñado permita exigir, al respecto, a los ciudadanos.

La llamada vocación de poder, nunca colmatada, es un afán que orienta el comportamiento al mando sobre otros. El afán de poder ha sido identificado como lacra social en diversos momentos de la historia. Los grupos humanos orientados a tareas necesitan ser mandados, pero no manipulados.

En los partidos políticos hay corrupción y encubrimiento y cuando el sistema de partidos se transforma en partitrocracia el encubrimiento suele extenderse al sistema, viéndose tal circunstancia facilitada cuando el sistema sale bipartidista.

Los partidos políticos se estructuran en corpúsculos de interés, facciones y castas, en una suerte de subdesarrollo corporativo que se extiende a todos aquellos ámbitos sobre los que alcanzan influencia.

La lucha partidaria, que no suele ser limpia, produce mala predisposición a hablarse, tanto entre afines como entre oponentes políticos.

Cuando los partidos gobiernan suelen cometer tropelías partidarias diversas en aras de las denominadas razones de Estado.

La naturaleza del partido político, en un sistema democrático, es fuente principal de la inestabilidad social.

La diversidad reduce la impunidad, que por ende, casi siempre garantizan las dictaduras.

Los partidos políticos son un lastre para el desarrollo de las comunidades democráticas; La dinámica partidaria se ha transformado en un chivateo mediático vacuo entre los que quieren ganarse el favor exclusivo de su sociedad; pero, todo eso es mejor que la opresión totalitaria.

Es razonable que los que manden quieran ejercer con comodidad, aunque resulta abusivo.

A mayor gobernabilidad, mayor probabilidad de impunidad, hasta llegar a lo de Corea del Norte, hoy; seguramente el estado más gobernable del mundo.

Por el bien de todos: sus sueldecitos, sus cochecitos, sus avioncitos y su peloteito han de ser ganados con suma incomodidad.

Cuantos más actores en juego sea capaz de asimilar una sociedad democrática, mejor.