Diálogo sobre medio ambiente
Ricardo Díez Hochleitner. Presidente de Honor del Club de Roma. (1928-2020). Daisaku Ikeda, Presidente de SGI
Ikeda: El club de Roma del que es usted presidente de honor, fue uno de los primeros organismos que advirtió sobre la compleja interdependencia de problemas mundiales como el calentamiento global, la contaminación atmosférica, la reducción de la capa de ozono, la lluvia acida, la desertificación y la destrucción de los bosques.
Díez Hochleitner: Así es. Estas cuestiones, con sus correspondientes estudios de población, constituyeron el núcleo de nuestros primeros debates. La primera reunión tuvo lugar en la Academi Lincei de Roma, en el año 1968 y en ella se tomó la decisión de invitar, a través del profesor Jay Forrester, a un equipo de expertos del instituto tecnológico de Massachusetts para preparar un informe del estado y las perspectivas de futuro de esos problemas mundiales, entre otros. Como resultado Dennis y Donella Meadows publicaron en 1972 “Los límites del crecimiento: Informe al Club de Roma sobre el predicamento de la humanidad”.
I: El informe ejerció un impacto en todo el mundo de una magnitud poco habitual en nuestros días. Su visión del futuro llamó la atención en todo el planeta y me animó a establecer un diálogo acerca de la problemática global con Aurelio Peccei, el fundador del Club de Roma.
D.H: La charla que mantuvimos sobre su reunión con el doctor Peccei y sus conversaciones me impresionó. Cuando me convertí en el Presidente del Club de Roma en 1990, decidimos actualizar y ampliar el primer informe. Además destacamos el papel fundamental del amor compasivo para la búsqueda de soluciones válidas y viables. Así pues, el informe se reeditó en 1992 bajo el título de “Más allá de los límites del crecimiento”. Posteriormente, se publicó una tercera versión titulada “Los límites del crecimiento. 30 años después”.
I: La edición japonesa despertó un gran interés.
D.H: Se discutieron otros muchos problemas mundiales relacionados con los anteriores, como las formas de gobierno, los valores éticos, la ciencia y la tecnología y sobre todo, la educación. Esta cuestión siempre ha constituido mi principal campo de interés y de actividad profesional, especialmente cuando preparé el informe publicado en 1971 bajo el título de “Aprender, horizonte sin límites: informe al Club de Roma”.
En “Los límites del crecimiento”, advertimos sobre la destrucción que comporta el continuo crecimiento de la población y la expansión económica ilimitada, a causa principalmente de desequilibrio en la distribución de la población mundial con respecto a la capacidad regional para soportar esa población. En “Más allá de los límites del crecimiento”, sosteníamos que la humanidad ya ha superado la etapa en la que resultaba posible continuar creciendo sin perjudicar el medio ambiente. Al mismo tiempo, nos referíamos a algunos avances que podrían facilitar una solución al problema.
Argumentamos que, en muchos casos, la velocidad a la que los seres humanos derrochan los recursos naturales básicos y emiten sustancias contaminantes ya ha sobrepasado la sostenibilidad física. Expresamos nuestra creencia de que todavía hay lugar para la sabiduría y la creatividad humanas si reflexionamos y corregimos nuestros actos de inmediato. Este mismo enfoque se adoptó en la reciente tercera versión, titulada “Los límites del crecimiento. 30 años después”
I. Ahora, varias décadas más tarde, los problemas señalados en el primer informe siguen resultando apremiantes. Aunque se trata de una situación difícil, sería inútil que nos diéramos por vencidos, sin más. En el problema global del medio ambiente juegan un papel importante varios factores complejos pero, si los seres humanos los crearon, también pueden ocuparse de ellos ahora. Para llevar a cabo esto, necesitamos consolidar una opinión pública internacional y cultivar la solidaridad popular.
Aunque requiere su tiempo, la educación constituye la base de toda reforma. En la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible celebrad en Sudáfrica en agosto de 2002, propuse la construcción de un futuro sostenible a través del poder de una educación de gran alcance para proteger el medio ambiente. También sugerí que se utilizara con entusiasmo la Carta de la Tierra como material didáctico sobe el medio ambiente en las escuelas y cualquier otro lugar.
Para salvar el medio ambiente, es necesaria una revolución global que debe empezar por la revolución humana de cada individuo. Ése es el camino hacia la solución de los complejos problemas mundiales.
D.H: Por supuesto. Con compasión y sentido de la responsabilidad, debemos preparar modelos para futuras formas de vida. Solo la revolución humana puede desarrollar nuestras propias virtudes, revelarnos por completo nuestra naturaleza esencial y permitirnos actuar en consecuencia. La revolución humana es el único modo posible de utilizar sabiamente los ordenadores, los satélites, las máquinas, los generadores atómicos y los aparatos electrónicos en beneficio del prójimo, respetando la armonía con nuestro medio ambiente incluso con el universo. Este tipo de globalización, frente la globalización egoísta e ignorante que solo sirve a los más ricos y poderosos, no solo es deseable sino que seguramente sea también fundamental.
I: Sí, la educación juega un papel muy importante. La humanidad debe ser nuestro punto de partida en este asunto, como en todos.
Se cree que el calentamiento global, uno de los problemas medioambientales que se agrava sin cesar, es causado, al menos en parte, por el aumento de las emisiones de dióxido de carbono. Las mediciones de la concentración de dióxido de carbono global empezaron en el polo sur en 1957. En aquel momento, la media era de 315 partes por millón, (ppm). En 2003, la media mundial era de 374 ppm. En 2004, en las inmediaciones de Japón, ascendía a 380 ppm. Las primeras cifras estadísticas de la temperatura media global, que sigue creciendo, se recogieron en 1880. Desde entonces, la media ha aumentado unos 0´7ºC por siglo. La temperatura de 2004 fue la quinta más elevada después de las de 1998, 2002, 2003, y 2006. Otro motivo de preocupación es la disminución de la superficie cubierta por hielo oceánico, que en invierno de 2004 alcanzó su segundo mínimo histórico desde 1979.
D.H: Así es; y además del calentamiento global, los océanos se encuentran cada vez más contaminados. Aunque se habla mucho sobre la contaminación del agua dulce en las masas de tierra, la gente parece olvidarse del agua del mar, a pesar de que representa la mayor parte del total de agua existente en la Tierra.
Los océanos tesoros de formas de vida, pueden absorber dióxido de carbono. Intercambian gases nocivos por gases beneficiosos en cantidades superiores al intercambio entre oxígeno y dióxido de carbono que se produce en nuestros bosques. Sin embargo, las medidas para protegerlos resultan insuficientes; las capas de petróleo en las superficies de los océanos destruyen grandes cantidades de plancton e inmensos arrecifes de coral. Aún está pendiente la toma de decisiones cruciales para tratar el calentamiento global y la contaminación provocada por el petróleo.
I: Como da usted a entender, las acciones humanas influyen directamente en el ecosistema marino de todo el mundo. Un ejemplo es cómo el nitrógeno y el fósforo de la tierra afectan a la nutrición marina, provocando la aparición de algas nocivas, es decir, de mareas rojas. Se ha descubierto recientemente que estas mareas se producen cuando las diatomeas comunes se transforman en dinoflagelados de gran toxicidad debido a los cambios en el equilibrio entre nitrógeno y fosforo en las costas y estuarios. El incremento de fósforo, acompañado de un descenso de nitrógeno, estimula el aumento masivo del número de dinoflagelados. La construcción de diques también se cita a menudo entre las causas de este fenómeno. Dicho de otra forma, las actuaciones humanas que destruyen el delicado equilibrio de la naturaleza hacen enfermar a nuestra tierra viva, nuestra Gaya.
D.H: Esta compleja cuestión reviste una importancia fundamental para la continuidad de la existencia humana. Cuantiosos problemas medioambientales los provoca nuestro comportamiento inconsciente e irresponsable, o nuestra capacidad para rectificar las acciones humanas que dañan el planeta. Ignoramos a las autoridades morales y éticas y continuamos equivocándonos.
I: Ha llegado al meollo de la cuestión. En su "Believing Casandra: an Optimistic Looks at a Pessimist´s World", Alan Atkisson, periodista y agitador político a favor de la conservación del medio ambiente, define el problema como un “retraso en la reacción”.
D.H: La creciente contaminación del planeta y la desequilibrada y continua explosión demográfica, con una proporción de población urbana que sigue aumentando vertiginosamente, configuran un panorama que no admite más demoras. Es un círculo vicioso, la explosión demográfica y la concentración urbana empeoran el estado del medio ambiente; esta situación genera más pobreza, lo cual provoca que la población crezca. En nuestros dos informes, los miembros del Club de Roma afirmamos que la Tierra no puede tolerar por más tiempo el actual ritmo de crecimiento económico basado en el consumismo y el derroche de recursos. No obstante sabemos que los habitantes de los países en vías de desarrollo quieren gozar de la prosperidad que se disfruta en las naciones industrializadas.
No se ha avanzado para solucionar el problema de la pobreza que ya denunciábamos hace décadas; es más la situación ha empeorado y se nos está yendo de las manos. La erradicación de la pobreza no es solo importante por motivos humanitarios, sino que también contribuiría a la paz y beneficiaría al medio ambiente. Mientras tanto nos enfrentamos a “la vergüenza y el escándalo de la pobreza”., que casualmente es el título de otro de los informes para el Club de Roma.
I: Exactamente. Los líderes mundiales deben unir sus conocimientos y dedicar toda su energía a solucionar el problema de la pobreza, que perturba seriamente el orden mundial. En una de mis propuestas anuales con motivo del Día de SGI, planteé lo que podría llamarse un plan Marshall mundial para solucionar el problema de la pobreza. Además de su contribución al desarme nuclear, el Instituto Toda para la Investigación sobre la Paz Global, que yo mismo fundé, trata ahora el problema de la pobreza como una cuestión principal de nuestra era.
D.H: La brecha entre ricos y pobres se muestra como un factor esencial para el aumento de la violencia y el terrorismo; de ninguna manera los justifica, pero debemos darnos cuenta de que para los terroristas es más sencillo reclutar a personas que viven en una situación de pobreza. Para hacer posible la coexistencia ininterrumpida entre la tierra la humanidad, tenemos que hallar el modo de eliminar por completo las injusticias sociales y preservar el medio ambiente.
I: Sin duda, el planeta se encuentra en una situación patológica que se manifiesta en la pobreza y el problema del medio ambiente, pero la cuestión fundamental es la condición patológica de la propia humanidad. En Los Límites del Crecimiento, el Club de Roma se preguntaba cómo podemos transmitir el legado de un medio ambiente global y habitable a las próximas generaciones. La clave reside precisamente en la habitabilidad. Todas las personas deben tener la posibilidad de gozar de una calidad de vida razonable, pero también ay que prestar atención al medio ambiente. El intento de asegurar estos dos aspectos guarda una estrecha relación con la preocupación del Club de Roma por un futuro sostenible.
D.H: Estoy de acuerdo. Por el bien de las generaciones venideras, debemos sanar los males de la humanidad a la vez que preservamos la capacidad de nuestro planeta para sostenerla.
I: La doctrina budista esho-funi en japonés nos enseña que, aunque se muestran como fenómenos diferentes, la vida, sho y el medio ambiente, e, forman en esencia un todo indivisible. El sacerdote y filósofo japonés Nichiren,(1222-1282) nos dejó una sabia y poderosa máxima que reza así: “para dar un ejemplo, el ambiente es como la sombra; nuestra vida como el cuerpo. Sin cuerpo no puede haber sombra. Y sin vida, tampoco puede haber ambiente”. Es decir los fenómenos medioambientales no pueden existir sin la vida humana. La conservación y la mejora del medio ambiente dependen de nuestra capacidad para crear y desarrollar sabiduría desde la vida humana.
D.H: La armonía con el medio ambiente se puede considerar como una sinfonía entre la naturaleza y la humanidad. Así pues, el Club de Roma puede aprender mucho de las enseñanzas budistas y del movimiento Soka Gakkai.
I: En Believing Cassandra, Atkisson afirmó: “El conflicto que está llevando al mundo al borde del colapso y que rompe el equilibrio de la naturaleza de un modo tan peligroso reside precisamente en esos puntos críticos donde el mundo y la naturaleza se comunican de forma íntima. El problema es que estos no se están comunicando. Las respuestas que devuelve la naturaleza al mundo, indicadoras de que las fuentes se están agotando o el vaso se está colmando, llegan con demasiada lentitud, o no llegan, o bien se las ignora”. Para escuchar las advertencias de la naturaleza, debemos reconocer nuestra propia relación con el entorno natural y basar nuestros actos y pensamientos en principios como la indivisibilidad de la vida y el medio ambiente.
D.H: Estoy de acuerdo. Además de señalar el calentamiento global y la contaminación oceánica como causas de la enfermedad de la tierra, debemos establecer una especie de diálogo con Gaya. La humanidad debe regresar al corazón de la naturaleza. En lugar de hablar de nuestros derechos respecto a la naturaleza, tenemos que caer en la cuenta de que todos compartimos nuestra responsabilidad hacia ella. Podemos aprende mucho de Soka Gakkai sobre la relación entre la vida y el medio ambiente.
I: En nuestro diálogo "Antes de que sea demasiado tarde", Aurelio Peccei explicaba lo siguiente: Las capacidades que aún se hallan latentes en cada individuo son tan numerosas que podemos hacer de ellas el recurso humano más importante. Sólo puliéndolas y desarrollándolas de un modo coherente con nuestra condición actual en este mundo nuevo, podremos poner un mínimo de orden y armonía en nuestros asuntos, incluidas nuestras relaciones con la naturaleza y por consiguiente progresaremos de forma segura. Cada vida humana está dotada de un potencial ilimitado para superar todas las dificultades y crear una nueva era de orden y armonía; la cuestión es cómo desarrollar ese potencial. Éste es el problema fundamental del siglo XXI.
Naturalmente, para conservar el medio ambiente mundial debemos poseer conocimientos concretos de la situación actual e implementar políticas y normas, pero lo más necesario en estos momentos es vencer nuestro egoísmo estrecho de miras. Por el bien de la felicidad propia y ajena, cada individuo necesita urgentemente una filosofía responsable y simbiótica que, además, debe poner en práctica. Estoy convencido de que ésta es la clave para una correcta conservación del planeta.