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Observatorio Global sobre Convivencia

Editorial

Desgobernar no es fácil

Hay un momento en el desarrollo general de las instituciones, que no todas alcanzan, aunque si llega transforma el bagaje semántico de quien las transita, pues, dejan de ser sustantivadas como el organismo privado o público de que se trate, para pasar a ser nominadas como “La Casa”.

Desde la alta meseta de ese nuevo estatus ya será difícil ascender o descender e incluso moverse; la rocosa naturaleza de su perfil organizacional llevará a sus servidores a transitar pesadamente en círculos de pertenencia más o menos alejados del borde por el que algunos inadaptados, de vez en cuando, caerán.

La Casa es metáfora de la familia tradicional mal avenida y un estadio 10 del devenir de las organizaciones, pues 10 son, al menos, las categorías estamentales básicas en las que el cuerpo institucional se ve impelido a desgarrarse, en una suerte de iniciática determinista.

Estamentos gremiales.

Estamentos sindicales.

Estamentos patronales.

Partidos políticos.

Estamentos departamentales.

Estamentos directivos.

Estamentos económicos.

Órganos de representación y los correspondientes técnicos.

Padrinazgos.

El grado de fragmentación inter-estamental e intra-estamental, (que suele llegar a la micro-compartimentación) es directamente proporcional al grado de subdesarrollo corporativo.

Cada institución es un caso único. Pero, suele suceder que lo que revela el primer análisis es un todos contra todos: la organización contra sí misma.

Los estamentos gremiales no deben estar enfrentados. Ni mucho menos los departamentales, ni los directivos. La transversalidad de los estamentos sindicales, patronales, políticos y la de los padrinazgos debe de cohesionar a la entidad; no todo lo contrario, como, cuando en aras a intereses externos a la organización, esta es sacrificada como tal. Los estamentos económicos deben velar, como todos los demás, por la coherencia en el marco de la identidad corporativa. Los órganos de representación y sus correspondientes áreas técnicas, deben ser eficientes; no vale colocar en lo técnico a quien no tiene estatus para ocupar un puesto de representación pero es útil que esté. Los órganos de representación deben saber conciliar sus intereses de toda índole, templando respectivos ímpetus optimizadores…

En todas partes cuecen habas, pero, cuando decimos “en tal país no pasa eso” será que pasa menos y ese de menos a más acompaña el tránsito, por ejemplo, de una sociedad someramente desarrollada a una muy desarrollada.

Aunque, también hay sectores más avanzados y otros no tanto. El ámbito privado obligado a sobrevivir compitiendo suele disponer de actores más disciplinados en cuanto a domeñar sus cosas particulares en aras de la productividad del conjunto, sobre todo para que el conjunto no quiebre y logre prosperar, mientras duren sus contratos.

En cualquier circunstancia, en fin, los colocados deberán serlo desde y al servicio de la organización y no de uno o varios grupúsculos en connivencia, proclives a disculparse recíprocas torpezas.

No es el caso del sector público español y sus ramas societarias.