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Políticas

Cambio climático y paro: dos problemas, una solución

Bill Drayton. Fundador de Ashoka

English abstract below spanish text.

Cuando pensamos en luchar contra el cambio climático, de manera natural nos centramos primero en sus causas directas. Si la causa es el aumento en los niveles de CO2, lo primero que nos viene a la cabeza es disminuir o compensar las emisiones de gases de efecto invernadero. Luego lógicamente pensamos en encontrar formas para conseguirlo, especialmente adoptando nuevas tecnologías en el campo energético y pensamos también en mercados de créditos de carbono (que son esenciales para estimular soluciones innovadoras, disminuir los costes de la mitigación y ayudar a poner fin al punto muerto en el conflicto Norte-Sur.

Todo esto es esencial. Pero no es suficiente. Proteger el medio ambiente exige otros cambios, que sean sencillos, rápidos, prometedores y muy impactantes. Este gran cambio sólo se puede producir modificando el equilibrio de fuerzas en la gran sociedad, equilibrio que va más allá del círculo limitado de las causas inmediatas del problema.

El equilibrio más básico, el primer compromiso que tiene que hacer la sociedad, se produce entre los dos factores principales que intervienen en la producción. ¿Deberíamos usar más mano de obra o más recursos naturales (energía, materiales y terreno)?

Durante décadas hemos estado inclinando la balanza cada vez más en picado a favor de usar cosas y no personas. Definimos “productividad” en función de la poca mano de obra que necesitamos usar en la producción en vez de pensar cómo podemos maximizar el valor encontrando la combinación de aportaciones que lo logre. En Estados Unidos, casi sin darnos cuenta, hemos lanzado un lema “usa cosas, no personas” en mayúsculas y los impuestos sobre las nóminas de las personas han aumentado de un 1% a casi 40% en las últimas generaciones. Y ahora, en algunas de las propuestas actuales para financiar la sanidad sanitaria, estamos considerando más aumentos. Esto es aún peor en la mayoría del resto de países.

Como resultado de esta tendencia a usar más cosas y menos personas, el sistema global está consumiendo fuentes naturales de forma muy agresiva. Acelerar la explotación de los recursos naturales ya no es un camino prometedor para lograr más crecimiento y además, cambiar, radicalmente, esta tendencia es imprescindible para solucionar nuestro problema con el medio ambiente.

En el otro lado de la ecuación está la mano de obra. A la vez que se promueve la rápida explotación de recursos naturales, nuestras políticas actuales desalientan la demanda de mano de obra de tal forma que los recursos humanos disponibles están muy infrautilizados.

El resultado de todo esto es una locura. No utilizar mano de obra es muy costoso y dañino, exactamente lo contrario de lo que se podría decir acerca de no utilizar recursos naturales.

En EEUU la tasa de paro oficial está situada actualmente en el 10%. Una cifra record en la historia del país y que sigue aumentando. Esto será un problema político durante mucho tiempo, teniendo en cuenta, además, que ese 10% oficial sólo representa a una parte de la población adulta que no trabaja: la cifra total está más cerca del 40%.1

Un análisis más detallado de las cifras muestra que en la economía estadounidense faltan al menos 75 millones de trabajos de jornada completa. Las datos oficiales excluyen a aquellos a los que les gustaría trabajar (p. ej. el 68% de los retirados) pero no buscan trabajo porque saben que no lo encontrarán. Estas cifras además se han ido ajustando de forma repetida para reducir el número de personas que cuentan como desempleados. 2

En 1994 por ejemplo, el Ministerio de Trabajo de Estados Unidos decidió no contar a los que no habían trabajado desde hacía un año o más (en ese momento eran 4 millones de personas). El Gobierno de Clinton también redujo el muestreo de familias en los barrios urbanos menos favorecidos, lo que probablemente también causa que no se cuente el desempleo entre las minorías. Estas prácticas se siguen llevando a cabo hoy en día. 3

A pesar de esto, podemos seguir detectando que faltan 75 millones de trabajos de jornada completa de cualquiera de estas dos formas: una forma es un análisis de agregados de quién no trabaja y quién no cuenta oficialmente como en paro; otra forma es sumar el número de trabajos que se necesitan para proporcionar empleo a los grupos más afectados por el desempleo oculto de hoy en día: gente mayor, jóvenes, personas con discapacidad, mujeres, minorías, inmigrantes legales, ex presidiarios y aquellos afectados por los cambios en la economía causados por cambios tecnológicos o industriales.

Ambos métodos indican que alrededor de 75 millones de estadounidenses podrían trabajar y lo harían si tuvieran la oportunidad, pero que no lo hacen, lo que supone cinco veces la tasa de paro oficial. En la mayor parte del resto del mundo, la tasa de desempleo oculta es aún mayor ya que los impuestos sobre las nóminas son más altos, a menudo mucho más altos.

El desempleo oculto, en los Estados Unidos y en el resto de países, es el asunto más desatendido del mundo. También es una fuerza económica, social, medioambiental y política latente. Si se compromete y se dirige de forma efectiva, podría crear una alianza política muy potente y prolongada que supondría grandes cambios en una docena de ámbitos, uno de los principales sería el clima.

Por si solas, los grupos y organizaciones de defensa del medio ambiente son débiles. ¿Por qué ha sido el progreso medioambiental tan incierto desde el Día de la Tierra en 1970? Una de las razones principales es el hecho de que los que persiguen la acción medioambiental son una fuerza difusa que compite con políticas que imponen costes en casi cada organización.

Podríamos transformar esta situación uniendo dos temas que ya están relacionados: el empleo y el cambio climático, tomando la decisión de utilizar más mano de obra y menos recursos naturales. Casi todas las áreas se beneficiarían enormemente, y también lo haría la sociedad. Todos los grupos de interés ganarían trabajo, desde los jóvenes a los mayores, desde las personas con discapacidad a los inmigrantes y las minorías. Tener la posibilidad de trabajar es inmensamente importante para ellos y para todos los que se preocupan por ellos. Además, todos los trabajadores se beneficiarían de esta situación una vez que el mercado laboral no tuviera un 40% de efectivos sin utilizar. De esta forma más trabajadores ganarían más, lo que aumentaría el crecimiento económico. Casi todas las empresas se beneficiarían de un mayor crecimiento, costes más bajos en seguridad y otros servicios, y costes en mano de obra menos elevados. El coste de los recursos naturales que usan las empresas puede aumentar y parcialmente minimizar ahorros en mano de obra. Sin embargo, para la mayoría de las empresas, la mano de obra es el coste mayor.

La forma más efectiva de volver a orientar a la sociedad a usar más personas y menos recursos naturales es mandar una señal de precios simple: hacer el empleo más barato y los recursos naturales más caros retirando impuestos sobre las nóminas y trasladándolos al uso de recursos naturales.

El otro gran beneficiario es el medio ambiente, que se beneficiaría inmensamente de estos potentes incentivos de conservación al apoyar esta extraordinaria alianza, una alianza que apenas cuenta con enemigos.4 ¿Quién se opone a un crecimiento sostenible y duradero y a más puestos de trabajo? Conservadores y especialmente liberales reconocen que las personas tienen poca libertad a menos que tengan la oportunidad de tener un trabajo decente.

Imagine lo que pasaría en Estados Unidos si hiciéramos un cambio radical, eliminando todos los impuestos sobre las nóminas y compensando los ingresos perdidos para que no hubiera déficit en el presupuesto. Eliminando los impuestos sobre las nóminas, el coste de mano de obra disminuiría más de un 16%. A la vez, podríamos mantener el presupuesto, elevando el coste del uso de recursos naturales, aumentando los impuestos sobre dichos recursos en una cantidad similar pero menor.

En otras palabras, este cambio en los impuestos modificaría el precio de la mano de obra comparado con el precio de las cosas un 30%. Es un gran cambio que crearía alrededor de 40 nuevos millones de empleos a jornada completa. Al contrario que los empleos creados por otros estímulo, estos trabajos serían permanentes y no conllevarían deuda.

Esta señal de precios no solo sería eficaz, sino que también tendría una buena acogida en las distintas ideologías. No necesita burocracia. No habría ganadores ni perdedores. No existirían retrasos, ni habría necesidad de preocuparse por la corrupción. Se puede configurar mediante atractivas propuestas políticas: no es necesario gravar la gasolina, sino que se podría elegir entre una amplia gama de posibles impuestos para compensar la pérdida de los ingresos fiscales derivados de los impuestos sobre las nóminas. Por ejemplo, podríamos centrarnos en el Impuesto sobre el Valor Añadido que grava bienes, o en un Impuesto de Ineficiencia Energética para los coches, electrodomésticos y/o edificios comerciales con un rendimiento energético mínimo, o, directamente, gravar la contaminación, como la producida por el carbono.

La organización nacional ciudadana, GetAmericaWorking! analizó veinticinco de estos impuestos y descubrió que, incluso con las tasas más bajas, estos impuestos arrojarían dos veces y media más de ingresos que todos los actuales impuestos sobre las nóminas5. En otras palabras, el sistema político cuenta con todas las herramientas para poder encontrar las opciones menos dañinas y más útiles para el medio ambiente.

Resulta difícil prever el impacto exacto que tendría este traspaso de precios relativos de las personas a las cosas en un 30% o más. Muchos modelos económicos se basan en los datos históricos de traspasos pequeños y, a menudo, durante cortos periodos de tiempo. Desconocemos el alcance que tendrían traspasos de precios aún mayores y de forma permanente entre los aportes básicos a la economía.

Pero no cabe duda alguna de que estas grandes señales de precios serían muy efectivas. Tengamos en cuenta los siguientes precedentes: en Estados Unidos, durante los años setenta, cuando la crisis energética aumentó el precio de las materias primas y redujo el coste de la mano de obra, la proporción de estadounidenses que trabajaban aumentó por primera vez en décadas. En los países de la OCDE, existe, de media, una diferencia del 11.5% en el porcentaje de población activa en los países en los que los impuestos sobre las nóminas son más elevados (por encima del 40%), en comparación con los países en los que son más bajos (por debajo de un 30%)6.

Esta diferencia, a pesar de ser enorme, no alcanza a mostrarnos el impacto de este intercambio en los impuestos, que aumenta el precio de las cosas al mismo tiempo que reduce el coste de contratar a personas. Este traspaso de impuestos también sería increíblemente poderoso, tanto para la política como para las tácticas políticas de cada gobierno, ya que conlleva beneficios múltiples y multiplicables para la sociedad:

• Acelera el crecimiento de forma sostenida, ya que ofrece la posibilidad de trabajar a uno de los recursos más infrautilizados de la sociedad: las personas, así como el enorme capital humano invertido en ellas. • Reduce drásticamente el tremendo coste actual —para las personas, las familias, los negocios y el gobierno— de mantener a todos aquellos que no trabajan. • Elimina muchas de las causas que se encuentran en el origen de las enfermedades sociales más costosas en la actualidad. Para poner un ejemplo, los investigadores han descubierto que los índices de enfermedad son claramente superiores entre las personas que dejan de trabajar, y que antes se preocupaban por su salud y por su forma de ser. El trabajo mantiene a la gente sana7. Otro ejemplo: el desempleo masivo alimenta el ciclo de las drogas, la delincuencia y el miedo. • Aporta a todo el mundo un gran aliciente para conservar. Por ejemplo, los agricultores que, por un lado, tengan que hacer frente a un coste más elevado de la maquinaria, el combustible y los productos químicos y, por otro lado, se encuentren con un coste menor de la mano de obra, se decantarán por el compostaje y gastarán menos en productos químicos. Los propietarios de viviendas contratarán a personas para que aíslen sus casas, y así consumir menos combustible para la calefacción. Al mismo tiempo, los sectores que exigen una alta participación humana y un alto capital humano crecerán con mayor rapidez que antes.
• Ofrece el don de ser útil a todos aquellos que trabajan. Así como la habilidad de desarrollar destrezas, una mejor comprensión y contacto, sin olvidar una mayor independencia personal y mayor capacidad para ayudar a los demás (aquellos que no tienen trabajo pierden facultades en todos estos ámbitos).

Un cambio tributario de esta envergadura tiene otra ventaja importante, gracias a que desencadena un crecimiento más rápido y sostenible, (que aumenta automáticamente los ingresos públicos) incluso si reduce gastos sociales y gubernamentales, haciendo posible la combinación de recortes en los impuestos y/o nuevas inversiones en materia social, (por ejemplo, en control y adaptación al cambio climático). Esta abundancia de ingresos públicos y dividendos facilita, en gran medida, que todos los intereses afectados vayan juntos de manera efectiva.

El éxito de la respuesta nacional y global al cambio climático va a necesitar mucho trabajo duro durante años. La comunidad medioambiental no puede lograrlo por sí sola.

El éxito requiere el extraordinario poder de la alianza que el cambio en los impuestos reúne. Los puestos de trabajo, el crecimiento, la equidad y el medioambiente unidos, los medioambientalistas y la mano de obra unidos pueden conseguirlo.

Quizás este reajuste ya esté en proceso. La mayoría de países europeos y cada vez más los países asiáticos y latinoamericanos han empezado a recortar los impuestos sobre las nóminas. Incluso las instituciones financieras internacionales han empezado a asesorar a los estados, por ejemplo en Europa del Este, sobre el recorte de impuestos sobre las nóminas como forma de aumentar el empleo.

Estados Unidos se ha quedado atrás. Históricamente, esto se ha debido en parte a que el mayor impuesto sobre las nóminas está dedicado a la Seguridad Social, y los políticos siempre han temido dar algún motivo a sus oponentes para que les ataquen en ese terreno.

Sin embargo, a lo largo de los últimos cinco años, este tabú ha desaparecido. Ambas partes han defendido desde hace tiempo estos recortes, aunque en distintos momentos y con características diferentes. En cualquier caso, se puede evitar esta preocupación de muchas maneras. Se podrían recortar otros impuestos sobre las nóminas primero. Se podría establecer, (como varias ciudades en Estados Unidos han hecho) un crédito compensatorio, lo cual es tentador en cualquiera de los casos, pues enviar un cheque es más tangible.

Estados Unidos se está poniendo al nivel del resto del mundo, con líderes que vienen de todo el espectro político. Los últimos defensores de la compensación de los recortes en los impuestos sobre la nómina con el incremento de impuestos en la gasolina o en las emisiones de carbono van desde Charles Krauthammer, Thomas Friedman, Al Gore o Richard Lugar a T. Boone Pickens. Los diputados Bob Inglis, (representante del Partido Republicano de South Carolina) y John Larson, (del Partido Demócrata de Connecticut), presentaron proyectos de ley sobre cambio climático donde más del 90% de los ingresos sobre el precio del carbono se traducen en recortes de impuestos sobre las nóminas. Robert Shapiro, subsecretario de Comercio durante el mandato del presidente Clinton, no está de acuerdo con la propuesta. Bruce Bartlett, asistente del ministro de Hacienda durante el mandato de George H. W. Bush, propuso recortar la parte de impuestos sobre la nómina dedicada a Medicare emparejándolo con un incremento del Impuesto del Valor Añadido sobre bienes para financiar la reforma sanitaria. El presupuesto de Obama para 2010, que preveía usar un 85% de los 645.000 millones de dólares en comercio de emisiones de carbono, permitió ingresos suficientes como para ampliar el plan de crédito fiscal MakingWorkPay (Hacer que el trabajo pague), creado inicialmente como medida de estímulo.

A medida que el miedo se disipa, la principal barrera que queda para la promulgación de un traspaso de impuestos es la resistencia a una nueva idea que representa un marco de trabajo conceptual diferente. Para adoptarlo, la gente tiene que mirar más allá de la antigua y cada vez más limitada definición de desempleo y observar la verdadera realidad sobre quién trabaja y quién no, sobre quién podría estar trabajando y sobre cómo un mejor aprovechamiento de la mano de obra podría reducir el consumo de recursos naturales y proteger el clima, lo cual constituye un reto por partida doble pues combina una transformación en dos áreas mayores, tanto en el área climática como en el área laboral. Pero las dos se necesitan mutuamente en varios niveles.

Hay una gran sinergia entre ambas. Darle más independencia a la economía hará que sea más probable que la sociedad afronte el cambio climático y haga las grandes inversiones necesarias para abordarlo con credibilidad.

Y, puesto que nuestros retos económicos van mucho más allá de la fugaz economía de ciclos comerciales, hacer frente al cambio climático nos fuerza prácticamente a afrontar la necesidad fundamental de la economía de aumentar la demanda de mano de obra, significativamente y desde un punto de vista estructural.

También hay sinergias negativas entre los empleos y el clima. Si no frenamos el cambio climático rápidamente, las consecuencias serán enormemente destructivas para la sociedad y la economía. En algunas de las perspectivas de futuro más oscuras del cambio climático, la deslocalización económica reduciría el consumo global per cápita en un 20%. Cuando la economía se encuentre en semejante caos, probablemente será demasiado tarde para mantener el cambio climático dentro de unos límites razonables.

Necesitamos reunir la visión y la determinación para mantener la sinergia empleo/clima funcionando en una dirección positiva, o nos arriesgamos a perder la oportunidad de guiar su crecimiento hacia arriba, y a encontrarnos completamente desalentados a medida que la pérdida de empleo y el cambio climático se conjuguen en una espiral de destrucción.

Afortunadamente, aún podemos sacarlas adelante todos juntos y cosechar los beneficios de la combinación de estas dos fuerzas.

Ambas transformaciones, el gran aumento del empleo a nivel estructural y la lucha contra el cambio climático, van a poner en movimiento los ciclos de inversión y una profunda innovación, ya que las dos requieren grandes cambios en la investigación, la ciencia, la tecnología, las habilidades, la infraestructura y los sistemas. Estos dos ciclos se refuerzan y alimentan mutuamente de manera directa y de muchas formas. Por ejemplo, dados los límites medioambientales, la creación de nuevos puestos laborales solo es posible si el nivel de recursos naturales necesarios para cada puesto desciende rápidamente. Además, sabemos gracias a la historia de otras ráfagas de energía creativa pasadas, que iniciar este proceso sacará lo mejor de todos nosotros, tanto individual como colectivamente. Estos períodos fomentan el optimismo, la creatividad y la generosidad. Son tiempos de cohesión comunitaria.

Igual de importante: cuando las sociedades crecen más rápido de lo esperado, se benefician de la unidad y de un sentido comunitario, que, a su vez, hace más feliz la vida y elimina muchos de los obstáculos que frenan el cambio y el crecimiento. Sin embargo, si nos dejamos arrastrar por el fracaso, no debemos olvidar que lo contrario sería igual de cierto.

Los dos grandes desequilibrios de nuestro tiempo —en el clima y en el empleo— constituyen en realidad una gran oportunidad. Si vamos más allá de los estrechos marcos conceptuales que los encuadran, si nos permitimos a nosotros mismos ver y actuar teniendo en cuenta todas las fuerzas en juego, este momento histórico nos ofrece una oportunidad única para crear una imparable y, seguramente permanente, alianza entre todos los que se permiten a sí mismos ayudar a cambiar el mundo.

1 - Según los datos del Departamento de Estadísticas Laborales (Bureau of Labor Statistics) sobre la población activa real y potencial de Estados Unidos en 2008, de los 216,5 millones de población adulta norteamericana no institucionaliza, 63,5 millones no eran considerados como trabajadores y 8,9 millones estaban oficialmente sin trabajo (en la actualidad, esa cifra ronda los 15 millones). Solo 119,5 millones o un 55% de los adultos eran considerados parte de la población activa a tiempo completo. De los considerados como población activa a tiempo completo y parcial, muchos estuvieron sin trabajo durante al menos parte del último año.

2 - Las cifras del Departamento de Estadísticas Laborales (Informe sobre la Situación Laboral, del 4 de septiembre de 2009) situaban la tasa de paro en un 9,7%, pero solo 14,9 millones estaban registrados en situación de “desempleo”. El informe del Departamento de Estadísticas Laborales señala que otros 9,1 millones de estadounidenses trabajan «a tiempo parcial por motivos económicos»; por ejemplo, aquellos que no pudieron encontrar un trabajo a tiempo completo. Estos trabajadores podían estar trabajando muy poco tiempo a la semana, como por ejemplo, una hora. Siguen sin verse reflejados en las cifras del Departamento de Estadísticas Laborales aquellas personas que renunciaron o que no buscan trabajo porque creen que no pueden encontrar trabajos con horarios flexibles que puedan compatibilizar con sus vidas, dadas las responsabilidades del cuidado de niños, personas ancianas, etc.

3 - En sus inicios, John Gardener, antiguo Ministro de Sanidad, Educación y Bienestar, asesoró a la organización GetAmericaWorking!, una organización de ciudadanos creada para impulsar políticas de pleno empleo y construir una extensa coalición de partidarios. A finales de 1980, en la Escuela de Negocios de la Universidad de Stanford, el señor Gardener, ya como Ministro de Sanidad, Educación y Bienestar, me dijo que «estas políticas tienen un gran valor para todos y ayudan a crear un tipo de alianza permanente entre las circunscripciones, que fue clave para el progreso que hemos logrado».

4 - Documento de información «Job CreatingTaxOptions» (El trabajo crea opciones fiscales), de GetAmericaWorking!

5 - «DecliningPayrollTaxes: TheEuropeanExample» (Reduciendo los impuestos en la nómina: El ejemplo europeo) (Robert Walker [2007]).

6 - Existen importantes evidencias empíricas que demuestran que las personas de mayor edad que siguen trabajando una vez superada la «edad de jubilación» viven más tiempo y tienen mejor salud que aquellos que dejan de trabajar. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo en Carolina del Norte demostró que un descenso del 1% en la participación en la mano de obra por parte de las personas con más de 65 años se traducía en un 7,29% de aumento del índice de hospitalización. El autor del estudio, el doctor David Weaver, investigador en la Administración de Seguridad Social, afirmó que «las políticas que fomentan la participación en la mano de obra (entre los personas de más avanzada edad) reducirán las peticiones de asistencia hospitalaria». Un estudio publicado por The British Medical Journal reveló que los hombres entre 40 y 59 años «que se quedaron sin trabajo o que se jubilaron por razones diferentes a problemas de salud, corrían un elevado riesgo de morir en comparación con los hombres que seguían trabajando, lo que nos indica que los desempleados, incluso aquellos que en aparentemente gozaban de buena salud, estaban asociados con un aumento de la mortalidad».

Climate change and unemployment: two problems, one solution. Bill Drayton. President. GetAmericaWorking!

English abstract

When we think of the fight against climate change, we naturally focus first on its direct causes. If the cause is the increase in CO2 levels, the first thing that comes to mind is to reduce or offset emissions of greenhouse gases. Then, of course, we think about finding ways to achieve this, mainly by adopting new energy technologies and we also think about the carbon credit markets, which are essential to stimulate innovative solutions to reduce costs of mitigation and help end the stalemate in the North-South conflict.

All this is essential. But not enough. Protecting the environment calls for other changes that must be simple, fast, powerful and very promising. This major change can occur only by changing the balance of forces in the larger society, a balance that goes beyond the limited circle of the Immediate causes of the problem.

The most basic balance takes place between the two main factors involved in production. Should we use more labor or more natural resources (energy, materials and land)?

For decades we have been tipping the scales more steeply in favor of using things and not people. We define "productivity" in terms of the limited manpower we need to use in production instead of thinking how we can maximize value by finding the combination of contributions that it succeeds. In the United States, almost without realizing it, we have launched a slogan "use things, not people." As a result of this tendency to use more stuff and fewer people, the whole system is consuming natural sources very aggressively. Accelerate the exploitation of natural resources is no longer a promising way to achieve higher growth and also to change radically, this trend is essential to solve our problem with the environment.

On the other side of the equation is the workforce. While it promotes the rapid exploitation of natural resources, our current policies discourage the demand of labor so that the human resources available are very underutilized.

The result of all this is crazy. Do not use labor is very costly and harmful, the exact opposite of what you might say about not using natural resources.

By themselves, groups and organizations in environmental protection are weak. Why has progress been so uncertain in environment since Earth Day in 1970? One of the main reasons is the fact that the drivers of environmental action are a widespread force that competes with policies that impose costs on nearly every organization.

We could transform this situation by joining two items already related: employment and climate change, taking the decision to use more labor and fewer natural resources. Almost all areas would benefit greatly and so would society. Thus most workers would earn more, which would increase economic growth and almost all companies would benefit.

The most effective way to reorient society toward healthier production dynamics, in which more people are employed and fewer natural resources are used, is to send a price signal simple: do the job cheaper and make more expensive the natural resources, transferring charges on the use of natural resource use.