Cómo la inteligencia artificial va a traer el comunismo
David Román
He aquí lo que Curtis Yarvin, uno de los grandes filósofos de nuestro tiempo, piensa que va a ocurrir con la inteligencia artificial: que va a traer una nueva oleada de comunismo, quizás la última y decisiva, al planeta.
Este es, en resumen, su argumento: la IA va a dejar en el paro a una gran parte de la población, sustituida por automatización que hará completamente obsoleta su ya limitada contribución a la economía moderna; esta gente tiene que vivir de algo, así que la élite que mantendrá sus trabajos dirigiendo, programando y manteniendo la IA tendrá que darles una renta básica universal (RBU). Y esa renta básica será el instrumento de opresión sobre este nuevo lumpenproletariado, al ser indirecta o incluso directamente controlada por esa misma élite, el nuevo Politburó. Como explica Yarvin.
He aquí la enorme externalidad negativa de la IA: el impacto político de la RBU. El futuro es una nueva ola de despotismo burocrático distribuido, peligrosamente incompetente y arbitrariamente cruel. En todas partes, los votantes que se oponen a este régimen están perdiendo su última oportunidad de detenerlo, ya que los bancos de votos de la asistencia social los superan permanentemente en votos.
La RBU es una redistribución de la riqueza, y la redistribución de la riqueza no es una idea económica. Es una idea política. Conocemos su historial histórico. Y conocemos su número de muertos Y como polillas volvemos a su llama roja. ¡Nerds! ¡Compañeros nerds! ¿Qué nos pasa? ¿Por qué seguimos haciendo esto?
Hay una forma sencilla de entender el impacto económico y político de la IA: la “maldición de los recursos”. Las ganancias inesperadas en petróleo, oro, etc., han demostrado a los economistas que las ganancias económicas masivas que crean poca o ninguna demanda de mano de obra tienen un impacto negativo paradójico en las economías.
Los dividendos de los recursos y los dividendos tecnológicos son la misma cosa. Los dividendos excesivos crean ganancias económicas brutas y pérdidas económicas netas. Crean pérdidas económicas netas porque crean daño político, que a su vez crea daño económico. Crean daño político al transferir seres humanos de los medios económicos a los medios políticos, al convertirlos en capturadores de recursos, no en productores de recursos. La tecnología puede ser capaz de sustentar una sociedad de capturadores de recursos, pero la ciencia política no.
Como escribe Yarvin, “la IA convertirá al mundo entero en Venezuela. La IA convertirá a Palo Alto en Venezuela”. Bueno, eso es lo que piensa él. Y no solo él: la llegada de “Comunismo de lujo totalmente automatizado” vía tecnología ya fue predicha por el escritor Aaron Bastani en un libro de 2019 que es totalmente terrorífico, o totalmente optimista, según se vea. Y ni hablemos, por cierto, de los fondos indexados y los gigantes tipo BlackRock que controlan economías mundiales sin pestañear, aplicando principios progresistas.
¿Y yo cómo lo veo? Yo prefiero no pensar en los desastres que nos va a traer la IA, prefiero ver las partes buenas. Los que inviertan en las compañías apropiadas se harán de oro y, junto a todas las IA que se están ya incorporando a drones y tanques autónomos para exterminar humanos eficientemente, habrá también alguna simpática y útil: y no me refiero a las IA con voz de Scarlett Johansson que sirven para destruir aún más la sociedad, haciendo que los jóvenes se enamoren de su móvil, sino a alguna otra que hará algo más práctico que ayudarnos a programar código sin tener que ir a la página de Stack Overflow.
Obviamente, Yarvin está tratando de llamar la atención sobre un problema, no ofreciendo una hoja de ruta para el futuro, como hizo George Orwell por ejemplo en “1984”. Mi impresión es que probablemente no le tomen en serio y, de hecho, las advertencias sobre el comunismo-vía-IA incrementen para muchos el atractivo de la tecnología.
Me gusta ver los vasos medio llenos, por naturaleza. Curtis Yarvin probablemente tiene razón, nos viene el comunismo versión IA, pero a corto plazo eso no lo veremos y, cuando lo veamos si lo vemos, al menos pondrá de manifiesto las contradicciones inevitables de una sociedad que se muere.
De hecho, nuestra “prosperidad” no impresionaría a nuestros antepasados de hace cien años. Si pudieran ver nuestro país, desde nuestras bulliciosas ciudades hasta nuestros pequeños pueblos ajetreados y nuestros encantadores pueblitos, no nos encontrarían “prosperando”. Sus ojos verían desolación y miseria que nunca podrían haber imaginado, desde campamentos de tiendas de campaña en Oakland hasta chozas de fentanilo en Ohio. En cada casa, choza o tienda de campaña, hay una Playstation.
El problema es simple. Es la confusión de dos palabras: “prosperidad” y “lujo”. Nuestros antepasados, que leían la Biblia y esas cosas, no tenían este daño cerebral. Verían que, si bien estamos repletos de lujo, tenemos muy poca prosperidad. Los autos eléctricos son un lujo. El porno es un lujo. El fentanilo es un lujo.
Edición: Convivir.info