Sostenibilidad espacial
Convivir.info
Desde 1957, con el lanzamiento del Sputnik, la basura espacial no ha hecho más que aumentar. Se espera que en el entorno del año 2029 haya más de 57.000 satélites en órbita, pero, también hay y habrá muchísimas naves espaciales desaparecidas, cuerpos de cohetes abandonados y millones de otras piezas de chatarra que giran alrededor de nuestro planeta a unos 27 000 kilómetros por hora.
La preocupación es que los grandes satélites fuera de servicio puedan impactar con pequeños fragmentos generando una nube de chatarra. Estos fragmentos, a su vez, podrían colisionar con otras naves, lo que multiplicaría la basura espacial de forma imparable, inutilizando órbitas durante años o décadas. Este fenómeno se conoce como efecto Kessler, en reconocimiento a Donald Kessler, un investigador que lo formuló por vez primera en 1972.
Otro gran contribuyente al problema actual de los desechos espaciales son las explosiones en órbita, causadas por la energía sobrante (combustible y baterías) a bordo de naves espaciales y cohetes abandonados.
Así, aunque mañana se detuvieran todos los lanzamientos al espacio, las proyecciones muestran que la población total de desechos orbitales seguiría creciendo.
la expansión de constelaciones artificiales en el cielo formadas por miles de satélites cada una, como Starlink, de SpaceX, que podría llegar a reunir más de 40 000, el Proyecto Kuiper de Amazon u otras nuevas mega constelaciones, que van a ir llegando a la congestionada orbita baja terrestre, hace preciso desarrollar tecnologías que eviten la producciòn de nuevos desechos y que permitan retirar los ya existentes. Todo lo que se lanza al espacio se termina convirtiendo en escombro espacial.
En los últimos años, la Estación Espacial Internacional se ha visto amenazada en varias ocasiones por restos en órbita: una vez por un trozo de un viejo cohete ruso y otra por la metralla de una prueba de misiles antisatélite rusos que tuvo lugar en 2021, lo que retrasó un paseo espacial previsto por la NASA, ya que los fragmentos podrían penetrar fácilmente en un traje espacial. Estados Unidos, China y la India también han probado misiles antisatélite haciendo estallar sus propios satélites y creando basura espacial en el proceso.
Actualmente, se carece de un plan concreto para desarrollar una economía espacial circular, para la que haría falta rediseñar las naves espaciales, experimentar con nuevos materiales y combustibles, retirar restos y reutilizar y reciclar satélites en lugar de desplegar tantos de un solo uso.
De momento, algunas agencias reguladoras estadounidenses tienen sus propias normas sobre basura espacial, como la Comisión Federal de Comunicaciones, (FCC) que en 2022 impuso nuevas normas destinadas a obligar a las empresas de telecomunicaciones a deshacerse de sus viejas naves espaciales en lugar de dejarlas a la deriva en órbita durante décadas. La Administración Federal de Aviación de EEUU, también, ha propuesto normas para obligar a las empresas espaciales a deshacerse de las etapas superiores de los cohetes que queden en órbita. La Agencia Espacial del Reino Unido, por su parte, ha anunciado que daría prioridad a la sostenibilidad espacial y Japón ya ha empezado a invertir en empresas espaciales privadas dedicadas a abordar el problema de la basura espacial.
Mientras tanto, la Agencia Europea del Espacio, (ESA) y una empresa privada llamada Clearspace planean desarrollar una nave que utilizará brazos robóticos para retirar un fragmento de 113 Kilos del cohete Vega II, arrastrándolo hasta la atmósfera donde tanto la pieza como la nave se desintegrarán de forma segura.
La ESA invertirá setenta millones de euros en el proyecto y pretende convertirlo en una nueva plataforma para la retirada de objetos de gran tamaño en la órbita baja de la Tierra.
Además del sistema de brazos mecánicos se han probado otras estrategias: desde redes eyectables que atrapan fragmentos flotantes y los lanzan a la atmósfera, hasta arpones de titanio que recolectan las piezas. Sin embargo, parece que la clave reside en que los dispositivos orbitales se lancen con un plan de recuperación previo. Así, se espera que las nuevas generaciones satelitales vayan equipadas con novedosos elementos, como las velas Dragsail que se desplegarían al final de la vida útil de los satélites. Estas velas inducen el descenso adecuado de las naves hasta su caída y desintegración definitiva. Otra opción es que incluyan una placa de anclaje magnética que facilite la recogida.
Estudios de la NASA y la ESA muestran que la única manera de estabilizar el entorno orbital es eliminando activamente los residuos de gran tamaño. Un análisis coste-beneficio realizado por la NASA muestra que eliminar los objetos más preocupantes de la órbita terrestre baja (principalmente cuerpos de cohetes abandonados y otros objetos que orbitan cerca de satélites críticos) estaría económicamente justificado. Según este análisis, también tendría sentido económico desarrollar láseres y otras tecnologías que pudieran utilizarse para apartar los desechos peligrosos y evitar colisiones inminentes.
Por cortesía de la Agencia Europea de Espacio, (ESA) y Ramin Skibba.