Produzca, consuma y enferme en silencio
La gestión de la pandemia del COVID-19 es política.
Una gestión política es aquella que, de entre todas las medidas disponibles para hacer algo, adopta e impulsa solo las que más le convienen a un partido político.
¿Se debería dejar la salud individual, familiar, grupal, de pareja… en manos de un conglomerado político judicial industrial mediático?
Hoy, hay vacunas no inmunizantes, no plurivariantes, con eficacias limitadas en el tiempo y varios antivirales, que comercializan los laboratorios farmacéuticos… También hay higiene, mascarillas, virtual distancia social en interiores y exteriores, ventilación, filtros HEPA, medidores de CO2... Hay test...
Sabiendo lo que hay, deberíamos ser capaces de decidir el nivel de riesgo que estamos dispuestos a aceptar en función de las circunstancias individuales: edad, patologías previas, inmunodeficiencias, responsabilidades colectivas…
Decidir, por ejemplo, en una fase sin restricciones, consecuencia de determinadas políticas, si vamos a un pub, a un partido de futbol o a una manifestación y yendo, si lo hacemos con o sin mascarilla.
Pero, para decidir el nivel de riesgo que estamos dispuestos a aceptar, (no solo de enfermar por COVID-19, sino también de sus potenciales efectos colaterales: incremento del riesgo de enfermedad cardiovascular, cerebral, de riñón, hígado, covid persistente, etc…) tenemos que disponer de información de situación.
La mejor información de situación de la que disponemos es la incidencia acumulada, la cual, para utilizarla de forma realista, hay que multiplicarla por los dígitos que nos parezcan oportunos y entenderla como tendencia, amén de saber que los casos sobre los que informa se ubican aleatoriamente en las poblaciones sobre las que se calcula.
Manteniendo al margen el factor suerte, el riesgo de "salir" y el de ir según y como, no es el mismo con una incidencia acumulada de 3000 que con una de 50.
La gripalización del COVID-19, (decidir políticamente que el covid es como una gripe) y su endemización, (decidir políticamente que la COVID-19 es una endemia) cambiaría los procedimientos de vigilancia epidemiológica, pero no mucho las tareas clínicas que por su propia naturaleza son de caso único y que solo se verían indirectamente influidas por una buena o mala planificación de recursos asistenciales.
Con la gripe, mediante una red centinela de vigilancia constituida por centros médicos que recaban información epidemiológica y de laboratorio en grupos pequeños de pacientes, se puede estimar, estadísticamente, lo que está sucediendo en la población respecto a la incidencia y la circulación del virus.
Pero, la información epidemiológica que proporcionan las redes centinela siempre se ha quedado dentro del sistema político sanitario. Ese sería el vicio oculto de la gripalización covid.
¿Habrá de abandonarse la gente a dinámicas restriccionales impulsadas por intereses políticos, aún sabiendo que, precisamente por aquellas, podrían llegar a prevalecer, en un futuro, nuevas variantes aleatoriamente más virulentas y fuera de los escudos inmunitarios al uso, como parece que ya ha sucedido? O por el contrario ¿surgirán nuevos negacionismos consistentes, verbigracia, en no abandonar la mascarilla, pudiendo llegar a estar mal vistos hasta en el trabajo?
Quizá, próximamente, podamos sospechar de rebrotes solo porque tengamos noticias de un aumento de casos en nuestro contexto social de referencia.
¿Querrán los políticos obligar al resto de la gente a confiar en ellos?
Marzo 2022