La pega de Europa
La Unión Europea es un constructo humanista, desarrollado por los mercados globales y por una partitocracia transnacional. Esa es la pega. El Humanismo no es un anhelo lunático, es una corriente ideológica que se sustenta en un sentimiento de identidad colectiva, como lo son los sentimientos de pueblo, tierra, nación, país, patria, barrio; pero que abarca la Humanidad. Es un registro psicológico que cohabita con mayor o menor prevalencia con otros, como puedan ser el anhelo de poder, amén de los ya nominados.
Pareciese que, tras el horror máximo, a los fundadores de la UE, los mejores en su categoría, les hubiese crecido, sin detrimento de sus tradicionales inclinaciones, un sentimiento de pertenencia a la Humanidad y que se lo hubiesen confiado a sus colegas políticos y banqueros para que desarrollasen adecuadamente algo.
De aquellos barros estos lodos. Hoy, deambulan por el Madrid post-brexit arrumbados responsables institucionales que dicen que la idea de los Estados Unidos de Europa es una antigualla de los años cincuenta y enloquecidos premios nobel a los que se deja hacer caja sugiriendo cómo desmontar el euro en plazas poco idóneas al respecto.
El capitalismo es el dinero como fin y la política el poder como fin. Pero ¿donde encaja mejor la construcción en curso de la Unión Europea, en el dinero y el poder político como fines o en ambos como medios?
Quizá, los que piensen lo segundo verán humanismo donde es posible: en las personas, en los grupos, en aulas y organizaciones...
Primero convivir, después optimizar.