Cuestión de educación
Eduardo Montes.
La situación económica que atraviesa Europa y, especialmente, España está en boca de todos cada día. En las televisiones, en los periódicos, en los cafés y hasta en las reuniones familiares se comenta y se lamenta la difícil coyuntura, y se intentan apuntar posibles soluciones para la misma.
Enfocamos el problema desde el punto de vista del pasado, buscando las raíces y las causas que han conducido a esta realidad, pero pocas veces analizamos el presente intentando encontrar remedios que nos garanticen mejorar cara al el futuro. Un futuro que se encarna en las nuevas generaciones que hoy están formándose en nuestros colegios, institutos y universidades.
La obviedad de que la juventud de hoy es la España de mañana cobra importancia –y dureza- cuando se recuerda nuestra preocupante tasa de desempleo juvenil. Si queremos superar este escollo se impone la necesidad de poner en el punto de mira la educación, porque es la única que puede sacarnos del atolladero a medio plazo.
En primer lugar cabe plantearse qué tipo de educación queremos dar a nuestros jóvenes; qué valores queremos inculcar para que el país en el que vivan y desarrollen su actividad sea un país en crecimiento, un país capaz de ofrecerles oportunidades.
El debate educativo debe afrontarse con una sola aspiración: ofrecer a nuestros jóvenes una educación de calidad.
Fomentar y dar apoyo al talento, la investigación y la innovación y adaptar la enseñanza a la realidad profesional del país es clave para lograr, no solo que cada estudiante pueda desarrollar sus capacidades, sino que logre encontrar un empleo.
Los idiomas, los conocimientos de informática, el estudio científico o el literario y filosófico conforman a la persona, la moldean y favorecen sus aptitudes, ayudándole a conocer cuáles son sus puntos fuertes y cuál es el campo en el que pueden contribuir a esa causa común para la que todos trabajamos cada día.
No debemos olvidar tampoco la importancia y necesidad de los estudios de Formación Profesional, que permiten la especialización en labores técnicas básicas para el funcionamiento de la sociedad. En este sentido, es importante adaptar la oferta de FP a las características del tejido empresarial mediante alianzas entre centros y empresas. También se debe contribuir a cambiar la percepción social de esta alternativa educativa, dotando de prestigio a todas aquellas disciplinas que pueden contribuir al crecimiento de nuestro país.
De forma transversal, y no menos importante, se deben transmitir los valores del esfuerzo, el mérito, la responsabilidad y el emprendimiento, fundamentales para construir una sociedad con futuro.
Un país sin emprendedores se verá siempre relegado a un segundo plano, al papel de sucursal de los países donde la cultura emprendedora ha calado realmente. De ahí la necesidad de impulsar este espíritu emprendedor en nuestros jóvenes y estudiantes. Un espíritu que les llevará a patentar ideas, a crear negocios, a arriesgar para ganar, a luchar por implantar nuevas ideas o proyectos y a ser capaces de generar empleos en sus comunidades.
España cuenta con una población joven, incluso ya de mediana edad, con una cualificación profesional muy alta y, sin embargo, la tasa de desempleo es altísima. Son personas con un alto nivel de formación que, sin embargo, no pueden acceder a un trabajo acorde a la misma. De hecho, en este momento nuestro país cuenta con la generación de jóvenes más preparados que nunca ha tenido, y no podemos ni debemos permitirnos el lujo de desaprovechar este potencial.
Tenemos que apoyarnos en su fuerza, en su valía, en su preparación y en sus capacidades para mejorar, para solventar nuestro complicado presente, para mirar hacia delante con valentía y seguridad. Y tenemos que conseguir que esos niños y jóvenes que hoy están en las aulas lleguen a ser y a sentirse piezas esenciales de una sociedad por la que merezca la pena esforzarse día a día.